La sostenibilidad que no se cuenta, pero aumenta tus beneficios

El negocio no iba mal, pero algo no encajaba

A mediados de 2019, una pyme industrial española decidió cambiar algunas cosas. No por convicción ecológica ni por subirse al tren ESG. De hecho, no sabían (ni les importaba) lo que significaba esa sigla. Estaban hartos de tirar dinero por fugas invisibles, perder talento decente y remar en una industria cada vez con márgenes más estrechos.

Así que tomaron una decisión tan lógica como incómoda: eliminar los costes ocultos que les estaban devorando los beneficios. Sin postureo. Sin storytelling climático. Sin color verde corporativo.

Lo curioso fue que, sin buscarlo, empezaron a hacer lo que ahora las consultoras premium llaman ESG. Solo que no lo hacían por reputación. Lo hacían por rentabilidad.

La sostenibilidad no fue un “valor”. Fue una palanca de rentabilidad

La empresa —una fábrica mediana de componentes para automoción, 120 empleados, margen bruto peleado— se centró en una cosa: dejar de desperdiciar. No contrataron consultores a 5 cifras. No hicieron un diagnóstico ESG. No se apuntaron a ningún índice. Lo que sí hicieron fue:

  • Medir y reducir su consumo energético. No para salvar al planeta. Para pagar menos.
  • Reorganizar turnos para reducir el absentismo y la rotación. No por “cuidar a la gente”. Porque cada baja les costaba entre 1.500 € y 3.000 €.
  • Reforzar relaciones con proveedores locales. No por patriotismo económico. Porque los retrasos logísticos estaban hundiendo su planificación.
  • Invertir en formación. No porque valoraran el desarrollo del talento. Porque cada error de producción costaba el triple corregirlo.

El resultado fue claro. Sin cambiar de producto, sin mejorar su marketing, sin crecer en ventas:

  • Redujeron costes directos un 12% en el primer año.
  • Incrementaron su margen neto un 8% desde el segundo año.

¿Y lo mejor? No necesitaron adornarlo para inversores. Su cuenta de resultados hablaba por sí sola.

Esto no es una historia aislada. Es una estrategia con respaldo empírico

Un estudio que analizó más de 200 investigaciones concluyó que el 90% mostraron que adoptar buenos estándares ESG reduce el coste del capital. Y el 88% de ellos encontraron además que mejora el rendimiento operativo. No es poesía. Es ciencia económica aplicada.

Empresas como Walmart no solo redujeron emisiones de CO₂: ahorraron casi 11 millones de dólares al año simplemente ajustando su eficiencia de combustible. General Electric se apuntó 300 millones de ahorro entre 2004 y 2013 tras atacar sus ineficiencias energéticas y de agua. No por amor a la Tierra. Por amor al margen operativo.

¿Te preocupa la inversión en ESG? Según EY, cada 10 puntos extra en tu puntuación ESG pueden traducirse en entre un 1% y un 2% más en ingresos. Mientras, los costes no aumentan casi nada. La clave no está en el branding, está en la gestión inteligente.

Mientras tú defines tu “propósito”, otros ya están facturando más y gastando menos

Esta empresa española jamás publicó un informe de sostenibilidad. Ni lo hará. Porque no necesita justificar su impacto con PDFs. Su cuenta de resultados, su mejora operativa y su aumento de margen son los únicos KPI que les importan. Y sorprendentemente, están alineados con ESG, aunque ni ellos ni sus clientes usen esas siglas.

Lo que demuestra este caso es brutalmente simple: el verdadero impacto empieza cuando haces las cosas bien, no cuando las vendes bien. Hemos convertido el ESG en un producto de PowerPoint, cuando en realidad es una herramienta de gestión con retorno.

Y sí, el greenwashing existe. Pero no es un problema de comunicación. Es un problema de enfoque y prioridades.

Tres lecciones para cualquier CEO que quiera impacto (y beneficios)

  1. Olvídate del ESG como etiqueta. Piensa en eficiencia.
    ¿Quieres reducir emisiones? Perfecto. Pero el CO₂ es solo un síntoma: identifica dónde estás quemando recursos, tiempo, dinero. No lo hagas por karma climático. Hazlo porque te arruina el margen bruto.
  2. Tu plantilla no es un bingo de recursos humanos. Es tu sistema nervioso.
    Cuando hay rotación, bajas y desmotivación, no estás perdiendo “talento”. Estás pagando dos veces por el mismo trabajo y retrasando entregas. Resolverlo no es liderazgo consciente: es protección básica de tu cuenta de resultados.
  3. El “impacto positivo” empieza con decisiones radicalmente pragmáticas.
    ¿Quieres cambiar el mundo? Empieza por dejar de tirar dinero en operaciones ineficientes, energía cara y errores evitables. El resto viene solo. La sostenibilidad real nace del negocio bien hecho.

El mensaje final: rentabilidad primero, etiquetas después

Empresas que combinan innovación, eficiencia y algo de sentido común superan a sus competidores en un 3,1% de beneficios operativos. Eso dicen los números. No hace falta un MBA para entenderlo. Solo hay que tener el valor de actuar antes de que te obligue la regulación o te pase por encima el mercado.

¿Quieres generar impacto positivo real? Entonces empieza por una auditoría de sentido común: ¿Dónde estás perdiendo dinero? ¿Por qué sigues escondiendo ineficiencias tras valores vacíos?

Haz que tu sostenibilidad sume en la cuenta de resultados… y ni siquiera necesitarás llamarla así.

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